La dificultad de crecer
Los niños sueñan con ser adultos, crecer, tener
un trabajo o ser personalidades que ven en su cotidianidad, ya sea en persona o
por la televisión, pero si supieran lo complicado que es la vida adulta,
gastos, trabajos, problemas tras problemas que se deben resolver para poder
tener la estabilidad que nos permita subsistir y tratar de ser felices.
Pero esa felicidad puede haberse quedado en la
niñez, cuando corríamos, saltábamos, nos ensuciábamos sin tener la más mínima
preocupación de que pasaría después, pero llega un momento en que todo eso se
acaba, es entonces cuando una nueva etapa de nuestras vidas aparece, la
adolescencia, aquel momento en el que nos sentimos inmortales, que lo podemos
hacer todo, que no hay rivales, pero también donde nuestros propios demonios
internos nos llevan a generar problemas que en ocasiones solo existen para
nosotros, esa rebeldía nos cambia la manera de mirar las cosas, pero sigue la
felicidad, pues las responsabilidades siguen siendo menores (en algunos casos),
que aquellos que ya alcanzaron la edad adulta.
La adultez no es fácil, es ahí donde el mundo
real puede chocarle a más de uno de frente, como si una locomotora sin frenos
viniera hacia ti, no te deja oportunidad de esquivarla o huir y dejarlo todo
así. Ya sea que te toque estudiar o trabajar (o ambos), comienzan los problemas
no solo para perdurar en un mundo lleno de competencia sino también para poder
alcanzar metas que tal vez y solo tal vez nos permitan lograr la felicidad; una
carrera, un trabajo estable, pareja, hijos, un hogar, entre otros, nos abruman,
pues este cliché de la sociedad que indica que para eso vinimos a este mundo ¿o
no?
¿y si están errados?, podemos hacer otras cosas más
que solo aquellas que dicta la sociedad, que más allá de nuestra propia
satisfacción son para cubrir las expectativas ajenas, pero podríamos cambiar
las cosas: leer un libro, tocar un instrumento musical, practicar un deporte
extremo, o simplemente viajar por el mundo sin rumbo fijo, “haciendo camino al
andar”, sin importar si dejamos una descendencia o un legado, tal vez suene
egoísta, pero si ese es el camino que escogemos y a nosotros no nos molesta,
¿porque debería importarnos que moleste a los demás?.
Por eso, con o sin cliché, con o sin
satisfacción, con o sin felicidad, crecer es difícil, pero no imposible y si así
lo quieres puede llegar a ser muy divertido.
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